jueves, diciembre 28, 2006

La estrellita, la Niña, y la Personita

2006. dic. 28




Nuevas fuerzas, nuevas alegrías me asaltan la mente esta mañana. Has sido, sin yo saberlo, sin tu quererlo, el deseo que se le ha concedido a una niña caprichosa de quince años un veintisiete de julio. Hace un año, una niña se sentía sola, y viendo a una estrella fugaz pasar, le suplicó, entre lágrima y lágrima, que le concediese una persona que la amase y a la que amar para toda la vida; le pidió que trajese esa persona que seria especial para ella cuando tuviese dieciséis años.


Y llegó el día del decimosexto cumpleaños de la Niña, y comenzó a esperar. Le pasaron muchas cosas en ese tiempo en es que cada día era una espera constante e inconsciente. Se dio cuenta de que sus amigas no eran sus amigas, que entendía mejor a los hombres que a las mujeres, que le gustaba cantar bajo el sol del verano; también conoció a muchas personas, una más especial que las demás, y profundizo en los sentimientos de personas que ya conocía.


Pero poco a poco, el tiempo iba pasando, incesante, sin pausa, y ella no sentía nada, no veía nada, hasta que un día se dio cuenta que hacia tiempo que una Personita ocupaba su mente por completo, se dio cuenta de que esa Personita le decía cosas realmente bellas, y que sabia hacer como nadie que sonriese y que se olvidase de sus penas. La Niña, tras días de dudas y de estudiar a esa Personita que se había convertido en alguien tan especial, a lo que sentía, decidió decírselo todo, claro y sin rodeos.

Al principio la Niña pensó que esa Personita podía llegar a sentir al menos un poquito de lo que sentía ella, y fue increíblemente feliz por unos días. Ya casi ni pensaba en la estrella a la que le había susurrado que quería ser feliz. Y un día, sin previo aviso, esa Personita le dijo que no sentía lo que ella, que quería seguir siendo libre. La Niña asintió, y se dispuso a dejarlo ir, a seguir ella con su estrellita. Sólo se permitió llorar el desengaño tres noches y un día, y después siguió como si esa Personita nunca hubiese estado en su vida, como si las cosas que sentía fuesen producto de su imaginación, como las historias que se inventaba.


Pasaron algunas semanas, semanas que, aún hoy, a la Niña le parecieron eternidades, y una mañana de veintitrés, esa Personita tocó en su puerta, y le dijo que quería verla. A la Niña le asaltaron un millón de emociones contradictorias, y ninguna. Amor, ternura, rabia, confusión, nervios, expectación... Aceptó verlo, y él le dijo que no se la podía sacar de la cabeza... del corazón. Y a ella se le derritió el alma ante unos ojos que conseguían hechizarla y que le decían que querían llegar a amarla.


Y ayer le prometió a la Niña tantas cosas, le dijo tantas otras, que le hizo acordarse de la estrellita.


A la Niña sólo le queda por agradecer a la estrellita y responder con todo el amor con el que es capaz de expresar en una pantalla de ordenador, que esas palabras le llegaron a lo más hondo del alma.

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