sábado, mayo 19, 2007

Fragmentos..de luz y oscuridad; Eien Wo ai Ni

2007.may.19

[Este mensaje es para todos y para una persona ene special que sé que problablemente dejaría de leer a la segunda línea: ¡¡Termina de leerlo, porfa!! Y ahora en general: Los fantasmas interiores de personas son reflejos de nuestros propios errores, en palabras de Freud, esto es un mecanismo de defensa, llamémosle "Proyección". Abrazos a todos!! ]

el suelo se había abierto a mis pies y recuerdo que había estado cayendo mucho tiempo:
… había estado hundiendome tanto tiempo que el miedo se había fundido con la normalidad, y mis ojos se habían acostumbrado poco a poco a la creciente oscuridad, mis labios se habían olvidado de cómo se sentía al sonreír de verdad. Me había acostumbrado a no sentir el viento y la velocidad de la caída en mi rostro.


un día, una noche, un minuto o una hora… caí al suelo. Mi cuerpo había adoptado una postura deforme con la caída, mis ojos se habían cerrado;

¿Estoy muerta? Me avergüenzo al afirmar que recé para que así fuese. Pero no. Conseguí levantarme, y mirar a mi alrededor.

El telón se abrió de pronto

Un foco se encendió de pronto y me apuntó a mi, y cerré los ojos, encandilada, y mientras trataba de volver a ocultarme en la oscuridad (el foco me perseguía), sentí que una mano se posaba en mi cintura, y otra me agarraba la mano izquierda, y comenzamos a bailar. Me resultó fácil reconocer su tacto aunque no pudiese ver su rostro con claridad.


Nunca se olvida el porqué un día decidiste abrir el suelo a tus pies… pero aún así la decisión la tomé yo.


Hirió mi orgullo, mi dignidad como mujer y como persona. Paré el baile en seco. Levanté mi mano derecha, la puse junto al lado izquierdo de su cuello, y lo tiré al suelo.

su cuerpo se hacía cenizas en la oscuridad mis pulmones volvieron a respirar por primera vez.
una libélula azul…
otra mano agarró mi cintura,


“limpieza de fantasmas” en mi armario, pensé, cuando vi que su cuerpo también se desvanecía en la oscuridad. Bailé con muchos fantasmas más...

cuando terminaba de ver desaparecer al último, cuando oí una voz de niña pequeña salir de la oscuridad.

“Libélulas”, decía. “Libélulas… y mariposas… por todas partes.”

“¿Dónde?”, pregunté.
“Aquí”, respondió, agarrándome el vestido verde-mar, y mirándome con sus ojos azules grandísimos. El pelo lacio y finísimo le caía por el rostro, desordenado.; tenía la respiración agitada, como de haber estado jugando…o corriendo. Me acuclillé junto a ella, reí, y tocándole la punta de la nariz con suavidad, dije: “Sí, aquí.”


No había terminado de pronunciar esas palabras, y todo el escenario se había llenado de luz, todo el teatro, y pude ver todas las puertas, con sus inscripciones correspondientes, una fila de butacas se alineaban perfectamente vacías bajo mis ojos. “Estamos aquí”, oí que reía una voz de princesa. Miré hacia ella, y bailé horas y horas y horas, pisando su vestido violeta, cantando hasta que casi pensé que me iba a quedar muda. Bailé también con una bohemia, con un cazador de estrellas que llevaba un cartel en el pecho que decíais: “Suicidio deleitoso. Te mueres de risa”, con la realidad de un cantante y fotógrafo, ya no bailaría nunca más con su fantasma… Pero por siempre bailaría con la pequeña princesa de ojos azules que no había querido crecer, que reía descontrolada cada vez que veía que cuando bailábamos juntas miles de libélulas lo hacían a nuestro alrededor…


Miles


,y de todos los colores



P.D.: Smilegirl, el siguiente post es para tí, promesa de libélula =P ¡¡Besitoss!! ^^

sábado, mayo 12, 2007

Sólo 24 horas

2007.may.12





Una vez más llegaste. Llovía cuando tus pasos llegaron a mi puerta y tu mano presionó el timbre de mi percepción.

Inundaste mis sentidos con palabras, secaste mis sentimientos al sol de tus ideas e ilusiones, capturaste mis sueños con tus labios, capitulé de mi corazón por habitar en tus ojos, extendí mis alas para volar como Ícaro al sol de tus promesas innombrables.
Bajé la guardia. Retiré a todos los soldados de la muralla, acallé a las experiencias que hablaban para “evitarme un mal mayor”, condené a la razón y a la lógica por desacato y traición. Desnudé mi cuerpo. Desnudé mi alma también. Frente a ti.

Te mostré mis alas desnudas, mis armas a tus pies. “Soy una rendida”, repetía, igual que había hecho el Capitán Alegría. Tus ojos se posaban en mis alas continuamente. Tus dedos rozaban mi pasión. Tu ejército impasible observaba detrás de ti la escena a la luz de la luna llena artificial. Tus murallas permanecían vigiladas, atentas, tu razón y tu lógica no te habían abandonado. “¿Por qué?”, te preguntaba yo, y tú respondías volviendo a mirar a mis alas y mi cuerpo, que sabías tuyo.

Una mañana llovía. Yo te esperaba. El paraguas rojo sobre mi cabeza. El vestido naranja que tanto te gustaba me cubría. Allí de pie, con el tiempo lloviéndome en la mirada, vi pasar besos, abrazos, promesas, personas, coches, aves, mariposas, cartas… Pero ni una sola libélula.









¿Por qué no llegaste?









sábado, mayo 05, 2007

Infiel

2007.may.5





Su boca buscó la de ella, y ella, en un último intento de rehuírlo chocó contra el tronco del arce, y millones de hojas rojas como la sangre cayeron sobre sus cabezas, para acabar estas en el suelo, junto a todas las demás que habían tirado en ese juego frenético.

Ambos tenían la respiración agitada, pero en este momento era ella la que estaba prisionera, y él acercó su rostro al de ella mucho, los separaban apenas unos milímetros. Ella lo miró a los ojos, él hizo lo que había intentado hacer desde que se rindió en su puesto de espía del silencio: llevó su mano hasta su muslo, y comenzó a intentar subirle la falda, despacio, y ella le agarró ambas manos, apartándolas de su pierna, de su falda, de su debilidad, de su deseo. El juego debía continuar. Rieron los dos por lo bajo ante la reacción de ella, resultando una risa ahogada por los resuellos.

Permanecieron así, el uno frente al otro varios segundos, hasta que desde lo alto se oyó el graznido de un cuervo, que se podía ver perfectamente desde donde ellos estaban. Él se sobresaltó, y miró hacia el ave en un acto reflejo, y cuando volvió a bajar la mirada ella ya no estaba. Suspiró, divertido, y corrió una vez más tras ella.

Los troncos delgados y gruesos de los árboles se sucedían junto a ella, en su huída frenética, esquivaba uno y otro sin ninguna dificultad, mientras seguía preguntándose y trataba de averiguar cómo había llegado Él allí sin que ella se diese cuenta, y dónde estaba el que se suponía que debía estar. Comenzaban a dolerle las piernas, y el corazón le latía desbocado en el pecho, por la carrera, y por saber qué sucedería después. Sentía… ¿miedo? De pronto sintió ganas de llorar, pero cerró los ojos fuerte y negó con la cabeza. Se paró, trató de acompasar la respiración, escuchar el ruido del bosque, respirar el aire húmedo que impregnaba siempre su universo; estaba todo asombrosamente silencioso. Caminó despacio hacia el árbol más cercano que encontró, curiosamente un arce. Se apoyó contra el tronco, y echó la cabeza hacia atrás. El sudor frío perlaba su rostro, el cabello estaba despeinado y lo tenía pegado a la cara. Cerró los ojos, y al abrirlos de nuevo trató de buscar el sol entre las ramas de los árboles.

Apareció de pronto, detrás de ella, gritando un “¡¡BUH!!” verdaderamente escandaloso, y evidentemente divertido. Ella gritó, sintió que el corazón se le salía del pecho, y luego no pudo evitar reír con él. “No es difícil seguirte si no haces más que correr en círculos”, murmuró en su oído. Luego le cogió las manos, y se las agarró detrás de la espalda, dejándola totalmente vulnerable, inmovilizada. Verdaderamente ya no tenía más ganas de seguir corriendo: el juego había acabado. Aún así se permitió mostrarse reticente una vez más, apartando la cara cuando él quería besarla, y cerrando los ojos. La boca de él quedo detenida a apenas unos milímetros del cuello de ella. Podía sentir su respiración fría acariciar su piel. Y de repente algo en él comenzó a cambiar. Su aliento se había vuelto más cálido, las manos que sujetaban las suyas detrás de su espalda eran ahora ligeramente más grandes, y la agarraban con delicadeza, y la violencia del principio se había tornado pasión expectante. Ella volteó la mirada hacia donde debían estar los ojos de él, y se sorprendió al adivinar los hombros anchos que a ella le gustaban, la mirada luminosa que extrañaba… La sonrisa que parecía…

-Así que eras tú…- sonrió.

Él rió por lo bajo, asintió con la cabeza, y soltando las manos de ella para posarlas en su cintura la besó, y se fundieron ambos en las hojas rojas del suelo.



jueves, mayo 03, 2007

Marca anónima

2007.may.3

Llegó, sigiloso, procurando no pisar la maleza para que no la oyese crujir, deslizarse entre los árboles y los rayos del sol sin dejar sombra, rastro alguno que hiciese que ella pudiese ser capaz de seguirlo, alcanzarlo. Pero quería que lo sintiese, quería dejar una marca en ella, para que, la siguiese a donde la siguiese, siempre acabase en el lado superior izquierdo de su pecho.

Esperó a que se tumbase bajo el baobab. Esperó a que el trino de los pájaros arrullase su mente. Esperó a que él acudiese a su cuerpo. Y cuando descansaban en el suelo, los planes para el día siguiente arrugados junto a su mano ligeramente cerrada, cuando ya tras sus ojos cerrados y su respiración acompasada se podían adivinar los primeros pasos del baile, de la foto, o del abrazo que traería el sueño, él aprovechó para deslizar suavemente la yema de sus dedos en su pecho, acariciándola, dejando un recuerdo que esperaba ella entendiese como debía ser. Su pecho dormido se levantó en un suspiro profundo, y su cuerpo siguió inconscientemente los últimos rastros de los dedos de aquel visitante. Luego se fue, tal y como había llegado, sin un ruido, sin una sombra, sin un rastro mas que el dejado por siempre en su pecho.

Los ojos azules de ella se abrieron muchísimo de pronto, y su boca aspiró desesperada el aire que sus pulmones necesitaban. Permaneció unos minutos sentada bajo el silencio del mediodía, los pájaros seguían cantando. Miró a su izquierda: él seguía durmiendo imperturbable a su lado. Sonrió, y miró en silencio la pequeña marca con forma de libélula que ahora tenía sobre el corazón.