miércoles, julio 26, 2006

Amanecer de Luna

2006. Jul. 26

Duerme... mueve los ojos bajo los párpados cerrados; todo su cuerpo se tensa y abre un ojo. Mira a su alrededor, en guardia, esperando ver en la oscuridad de la cueva surgir esa figura que lo atormenta en sueños. Pero una vez más todo es inútil, la cueva sigue igual de oscura y silenciosa, carente de vida, a excepción de la suya propia y la de algún animal que busca huir de los depredadores de la eterna noche.
Tira de las pieles y se dispone a sumirse en el más profundo de los sueños, pero algo se lo impide. Siente una presencia cerca de sus pies, y unas ganas irrefrenables de adentrarse en la noche, abandonando así la segutidad de su cueva. Trata de luchar contra este impulso durante unos instantes, pero finalmente, y sin haber opuesto demasiada resistencia, sale de la cuva y se adentra en el corazón del bosque; y es ahí donde empieza el verdadero sueño... o pesadilla. Siente un millón de ojos posados en él, estudiándolo, y aunque la oscuridad es total, puede notar que está interrumpiendo algo. El silencio sepulcral acompaña a la noche, que cubre con su manto de estrellas el bosque, tratando en vano de disimular las emociones que desprende cada ser vivo de una manera intensa, casi dolorosa: miedo, recelo, rencor, odio... incluso pena, pero muy poca. Al fin llega a un acantilado, y al pie de este se distnguen las luces de varias hogueras, y movimientos ágiles y ligeros.
Baja poco a poco, con una habilidad antes desconocida para él, y según la distancia entre él y el suelo disminuía, podía oír con mayor claridad las primeras notas de una melodía embriagadora. Al fin llegó al suelo, y sólo le separaban cinco metros escasos del improvisasdo campamento, distancia suficiente para contemplar el espectáculo sin ser visto tras la seguridad que le ofrecían los arbustos silvestres.
De repente todo se sume en el más profundo de los silencios, la melodía cesa, y los suaves murmullos, que antes Laureen había confundido con el fluir del río paran. Y comienza la verdadera celebración: comienza a subir una melodía dulce y con ritmo, que acompaña los movimientos ágiles y pulcros de las figuras. Laureen los contempla extasiados, pues nunca había visto tales movimientos y posturas, y simultáneamente sigue el ritmo con un suave balanceo. El príncipe continúa contemplando el espectáculo durante veite minutos, que parecieron segundos, cuando todo paró de repente. Se apagaron las hogueras, la música cesó, y el baile terminó. Todas las figuras tenían la cabeza gacha cuando, de entre las montañas comenzó a surgir un leve resplandor plateado, y todos los bailarines, músicos, y espectadores, levantaron la mirada hacia los gigantes de piedra. El resplandor se fue haciendo más y más brillante a medida que pasaban los minutos, hasta que por fin la luna se mostró con todo su pálido esplendor. Laureen está contemplando el espectáculo más hermoso de toda su existencia, y cuando cree que ya no puede ver nada más maravilloso e inesperado, se da cuenta de que la luna está comenzando a cambiar de color; el plateado se torna rojo, y éste naranja, hasta quedar un color uniforme entre el plateado y el naranja. Las lágrimas de éxtasis comienzan a brotar de sus ojos mientras observa cómo libélulas y luciérnagas inician el vuelo, creando una coreografía improvisada alrededor del brillo de la luna, y los bailarines comienzan a balancearse de derecha a izquierda, murmurando una suave letanía, sin dejar de contemplar el cielo:

2 comentarios:

AsDePiqas dijo...

Joé.... Qué bien descrito... ¡¡Dan ganas de irse a buscar la tribu!!

Libelle dijo...

Jajajaja...la verdad es que si...=P

Gracias... creo que hasta has logrado lo imposible...¡¡animarme más de lo que ya estaba!! =P=P