martes, febrero 20, 2007

You'll never know

2007. feb. 20


Se encontraba sentada en una esquina del club, semioculta de la mirada de la gente, pero con una perfecta visión del escenario. Recostada en la silla, y analizando el líquido de color ambarino que tenía delante, esperaba paciente a que el presentador anunciase la actuación de esa noche.

Tardaron cinco minutos más de lo habitual en comenzar, pero la entrada fue tan emocionante como siempre. Primero salía el presentador, con traje de chaqueta negro, y una corbata roja estridente, el pelo brillante por la gomina peinado hacia atrás y un hedor de loción para después del afeitado que se extendía en las dos primeras filas de mesas, y luego se mezclaba con el olor a puro. Aquel hombre anunciaba la llegada de la droga de Sophie, y cuando su voz grave resonaba por toda la sala a través del micrófono, todos los sentidos de la chica se ponían alerta, espectantes...

Tras tres segundos de espera, un hombre de color, trompeta en mano, salía al escenario, y tras un corto aplauso afectivo, en el cual Sophie nunca participaba ( estaba demasiado concentrada, tratando de captar cualquier movimiento anómalo de aquel hombre), se llevaba la trompeta a los labios y comenzaba a tocar, y cada nota la llevaba más lejos de lo que nunca una pieza de jazz la había conseguido llevar nunca. La voz de mujer comenzaba a cantar en el segundo compás, siempre en el mismo, ni uno antes, ni más tarde, siempre en el segundo compás, y ella sentía que le costaba cada vez más respirar, sentía que tenía los ojos cerrados y que por ellos se derramaban lágrimas de éxtasis, por aquel virtuosismo con la trompeta, por aquella maravillosa combinación de voz y melodía, porque sabía que era algo más que música.

Nunca había podido terminar de oir la pieza hasta el final, siempre se levantaba a los dos minutos, incapaz ya de respirar, y salía al frio de la calle, desierta a las tres de la mañana, y allí respiraba grandes bocanadas de aire, llenaba sus pulmones y secaba sus lágrimas, y trataba de despejar su mente, y de entender porqué esa música creaba ese efecto en ella, quería saber porqué tenía esa sensación de estar por fin en casa, de volver al hogar, con la familia después de muchos años de ausencia...


Ese club era su casa, y la música su familia...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues no lo escribi pensando en algo triste...más bien lo hice pensando en cuaquier otra cosa excepto eso xDD :P

Pero sigo siendo un desastre xD

Smilegirl dijo...

La música tu casa y tu vida, sería para mi :P

mu bueno,el jazz siempre metiendo el dedo en la yaga... vamos a tener que hablar mu seriamente él y yo jajaja que es eso que la chica no pueda oir la canción entera, dejando lo más apoteósico que suele ser el final :D

oh jazzzzzzzzzz!

besitos guapa^^

AsDePiqas dijo...

La música doma a las bestias, dicen las bestias.